Perfil y foto
Ayer, una amiga me hizo notar una disonancia evidente entre la inusualmente alegre imagen de mi perfil de ayer, y unas palabras que había escrito anteriormente. A quienes ya me conozcan (al menos virtualmente) sabrán que en mi perfil suelo cambiar de imagen con frecuencia.
Aparte del consabido exhibicionismo que se esconde siempre detrás de un blog, hay en estos periódicos cambios una intención clara de actualizar, de informar sobre mí, sobre mi imagen exterior, pero también sobre mi estado de ánimo, mis momentos, de seducir, por qué no, y de confundir, si llega el caso. Existen Twitter y otros recursos, pero yo necesito imágenes.
Y también es cierto que hay blogs y redes donde no hay foto de quien escribe, a veces no hay nada, a veces una imagen genérica, una pintura, un paisaje. Asimismo los datos personales pueden ser mínimos, nulos o incluso completamente falsos. Es su elección y la respeto.
Yo pretendo que detrás de este blog haya una persona, un ser real, ( todo lo real que yo pueda ser aquí ), y por tanto, cambiante. Y eso no lo puedo expresar con una imagen estática.
No me pidan pues que ajuste mi foto a todo lo que escribo, ya que me representa a mí, no mis palabras. Admitan la desconexión entre un texto serio y un ánimo alegre, un artículo sobre la soledad y una foto en compañía. No significa eso que yo no sienta lo que escribo, más bien al contrario, y por eso no me pidan que me vista con el rígido aspecto de un busto de yeso.
No me gustan los bustos de yeso
No, no me gustan esos bustos, imágenes estáticas como representación de personas. Tomados de los antiguos romanos y de sus máscaras funerarias, me parecen una congelación de la vida. Sin brazos ni piernas, son para mí también una mutilación visual.
Cuando yo tenía 16 años acudí a la Escuela de Artes y Oficios de Granada a recibir clases de dibujo. Uno de los ejercicios consistía en dibujar con carboncillo un busto en escayola de Beethoven. Aunque uno de los secretos del dibujo consiste en olvidarse de qué o quién estás dibujando, y concentrarse en dibujar sólo lo que ves, a mí me costó mucho olvidar la cara de aquel ser, entre doliente y furioso, que allí estaba representado.
Sin dudar de su eficacia en mi aprendizaje del dibujo, en la captación y representación de luces y sombras, a partir de entonces, escuchar la música de Beethoven se asoció en mi mente a esa cara y a ese sufrimiento, que indudablemente no le acompañaron ni en toda su vida ni en toda su música.