Anda luz

Un 28 de febrero, en 1994, escribí -y leí, subido a unos escalones, en el descansillo que usábamos de salón de actos, ante mis alumnos de Huétor Tájar (Granada), entre otras cosas, lo siguiente:
«…Pero ¿qué es ser andaluz? una luz que anda, algo que se siente, una noche de luna, el pescaíto al borde del mar, el sonido de una guitarra, un traguito de vino al mediodia, la risa o el baile, una oración, son cosas que no se pueden medir, no se pueden comprar, sólo sentir.»
(El texto completo lo añado al final de este post.)
Ayer se celebró el día de Andalucía. Yo nací en Jaén. Soy andaluz.
Ayer me reencontré con Carlos Cano.
En 1975 nos trasladamos a Granada. Amo Granada, pero me sentía un inmigrante en mi propia tierra. La víspera de mi 16 cumpleaños murió Franco. Por aquellos años en Granada yo escuchaba cantar a Carlos Cano canciones de dignidad andaluza, y a Jarcha, y a Aguaviva y sus poetas andaluces,
Viví mi adolescencia en Granada, de desamores y melancolías por Jaén, paseando por sus calles, visitando aquella inmensa Alhambra y sus alrededores, caminando, leyendo a Lorca y Miguel Hernández:
No pude votar en las elecciones del 77, pero sí en los referéndums de la Constitución del 78 y de Andalucía de 1980. Asístí a mis primeros mítines, y escuché a Carlos Cano cantar «Verde, blanca y verde» o la «Murga de los currelantes». Allí escuché canciones como esta, «Por un poder andaluz»:
Lo que yo recuerdo de aquel referéndum que ayer se conmemoraba como «Día de Andalucía» es la ceremonia de la confusión, un referéndum con una pregunta larguísima y confusa, donde votaron muertos y se desdijeron partidos, un referendum que se perdió en Almería, pero que luego se convirtió en victoria, con unos votos al nacionalismo andaluz que cada cual contó y manejó a su manera, con políticos que cambiaron de bando y de opinión, con olvidos interesados,… lo recuerdo así, confuso, porque ese mismo 1980 yo mismo terminé mi carrera y empecé mi servicio militar, en dos partes, con el golpe del 81 en medio, y el final en 1982, viviendo y sirviendo de alférez en Las Palmas de Gran Canaria.
Cuando resumo mi vida, digo que llevo 30 años en Canarias. La historia completa es mucho más compleja y no es motivo de este post. He venido a Canarias muchas veces, incluso desde que estaba en el vientre de mi madre, pero tres veces he venido a «vivir» en Canarias: por «deber», el ejército, por «trabajo», y por «amor», y dos he regresado a Andalucía. Ganó el amor, y aquí sigo.
En 1993, tras 11 años de emigración, y por motivos muy personales, regresé a Andalucía. Había cambiado Andalucía desde el 82. Y como yo, también Carlos Cano había cambiado, ya no llevaba el pelo largo, ya no cantaba aquellas canciones. Cantaba otras como estas, «la metamorfosis»:
Más adelante, ni siquiera cantó estas, se volcó hacia el pasado, a rescatar y revivir la copla olvidada. No es mi música preferida, aunque reconozco que la cantó como nadie. Ayer releía sus declaraciones, su último artículo, la carta a su hijo Pablo, lo que opinaba sobre Andalucía. Carlos Cano, decía allí, dejó de interpretar en directo «la Verdiblanca» porque él no cantaba “canciones de sueños a un pueblo que no tiene ganas de soñar”.
Había desencanto en sus palabras, algo que me llega mucho hoy, estando lejos de mi Andalucía. No soy nacionalista, como él decía mejor que yo, soy de pueblos y no de patrias, de paisajes antes que de países, de sentimientos antes que de mandamientos, pero me duele Andalucía, porque, como yo escribía ayer en Twitter, su himno me sabe a arcaico, a origen de himno religioso, a machista y a anticuado y me recuerda que los problemas de ayer de Andalucía aún siguen allí. No pondré aquí ese himno manoseado y utilizado muchas veces interesadamente, sino, teniendo reciente el Carnaval, lo que una reflexiva chirigota de Cádiz, los Yesterday, cantaba en 1999 en su «Pasodoble de Andalucía»:
Así pues, en 1993 regresé a Andalucía, probé la «autonomía», el andalucismo de ferias, procesiones y toros y la «Junta», el nuevo caciquismo y amiguismo y la depredación de los paisajes y de la historia. Cierto que había cosas que habían cambiado, pero otras no, e incluso, en democracia, me parecían peor. Viví las carencias de un centro educativo improvisado, los fiascos post-Expo, la desigualdad, la burocracia y un nuevo centralismo. No me gustó. No fue ese el motivo, sino el amor, pero en 1997 regresé a Canarias, a Las Palmas de Gran Canaria. Hasta hoy. 
Pero soy andaluz. Una luz que anda. Es un sentimiento. Y en 1994, ilusionado aún, escribí y leí esto a mis alumnos y compañeros en Huétor Tájar. Con esto termino. Sean comprensivos/as. Hace 18 años de estas palabras:
EL DIA DE ANDALUCIA

Cuando, hace unos dias, pensábamos si ibamos a celebrar el dia de Andalucia en el lnstituto con algo especial, se nos ocurrieron varias actividades, entre ellas comenzarlas con una charla sobre Andalucía.

Y bueno, lo lógico sería hablar sobre la historia, la cultura, la geografía andaluza; pero como esta charla la voy a dar yo, permitidme que os hable de otra cosa: la Andalucía sentimental, la Andalucía que yo siento. La historia, la geografía andaluza, la veréis a menudo en vuestros estudios y en vuestra vida, pero los sentimientos los sentiréis siempre, cada uno los suyos, y de los míos os voy a hablar, si me dejáis.

Os voy a hablar de mis recuerdos y mis sentimientos, asi que no me pidáis exactitud. Este es mi primer «día de Andalucía» en Andalucía después de mucho tiempo. En el año 81 salí de Granada y me fui a vivir a una preciosa isla que es Gran Canaria, donde he estado hasta este curso. Allí, los amigos que iba haciendo, al saber de donde era, me decían: 
«¿Andaluz? ¡anda, cuéntate un chiste!» -«No, si yo no sé contar chistes…»,
«¡Pues báilate una sevillanas !» -«No, es que no sé»,
«¡Pues cántanos algo flamenco !» -«Es que yo…»
Así que terminaban diciéndome: «¡Tú no eres andaluz!» y yo decia: «Bueno, pues no seré andaluz…» y encogiéndome de hombros acababa la conversacion.
Cuando el año pasado me despedía de mis amigos desde el barco, me decian: «¡Adiós, andaluz !»

Entonces, ¿qué es ser andaluz?
A mí, que me gusta jugar con las palabras, me gusta pensar que andaluz es una luz que anda, algo que se mueve e ilumina. Seguramente los lingüistas dirán que eso es un disparate, pero a mí me gusta esa imagen, por eso he traído esta vela y este candelabro: «Una luz que anda…»

Y, ¿qué es esto del 28 de febrero? muchos de vosotros estaríais mojando pañales en 1980, pero yo sí me acuerdo, porque fue una de las primeras veces que fui a votar y seguramente la que más sentí. Tenía 20 años entonces y votábamos los andaluces un referéndum con una papeleta donde ponía una pregunta larguísima que no había manera de leer de un tirón y donde, si votabas sí estabas diciendo que querías las mismas condiciones que otros pueblos de España, que no éramos ciudadanos de segunda. Ese día dicen que votaron hasta los muertos.

El resultado del referéndum fue que el gobierno se asustó del nacionalismo andaluz y decidió dar un estatuto de primera y no de segunda. Al día siguiente los que habian estado en contra se compraron un traje rociero y un sombrero cordobés y se apuntaron todos al nacionalismo andaluz. Lo que pasó después Io sabéis mejor vosotros que yo.

Pero ¿qué es ser andaluz ? una luz que anda, algo que se siente, una noche de luna, el pescaíto al borde del mar, el sonido de una guitarra, un traguito de vino al mediodía, la risa o el baile, una oración, son cosas que no se pueden medir, no se pueden comprar, solo sentir.

Somos Ia Andalucía de los artistas. Mientras otros pueblos fabricaban cañones o máquinas, aquí había poetas, pintores, músicos. Mientras otros pueblos rompían montañas para hacer grandes monumentos, aquí con barro, madera y yeso se levantaban palacios. Mientras en Europa las tribus luchaban a caballo, aquí hacía tiempo que la gente sabía convivir en las ciudades. Y aunque parezca que hemos perdido la batalla de las máquinas y las guerras, aún tenemos a salvo el sentimiento, y podemos ensefiar la poesía y la belleza de este mundo, que no es poco.

Y es que, para mí eso de ser andaluz no es algo cerrado, algo pequefio. Miraros vosotros: rubias, morenos, altos, bajos, todos distintos y sin embargo todos andaluces, tristes, alegres, callados, habladores, y andaluces. Algunos pueblos quieren ser todos iguales, hablar una sola Iengua, tener un color de piel, un uniforme. Y a veces se matan por ello. Yo creo que los andaluces no, sabemos lo que somos y queremos ser universales, acogemos y respetamos, y muchos pueblos han pasado por aquí y de todos hemos aprendido y les hemos enseñado. Yo creo que nosotros no queremos ser los únicos andaluces sino que toda la humanidad sepa ser andaluza. Y es que somos muy exagerados.

Por eso, ahora que otros quieren que seamos alemanes o japoneses, que dejemos el vino y nos pasemos al whisky, que comamos hamburguesas en vez de tortilla, que no vayamos a los toros, que bailemos chunda-chunda porque bailar sevillanas no es moderno, que nos peguemos por diez billetes, o que insultemos a los que no son andaluces, hay que sonreir y esperar, porque algun día los japoneses bailaran sevillanas y los alemanes pescaran al sol con algún amigo negrito. Y todos serán andaluces, ¿o no?
Published in: on 29 febrero 2012 at 10:06 am  Comments (1)