Liquidación por cierre: "La Golondrina"

Cuando se cierra un blog, le vienen al autor pequeñas historias que estaban almacenadas u olvidadas, que nunca publicó, quizás por estar viejas o descoloridas, o fuera de lugar, quizás porque sólo interesaban al autor, que las guardó pensando compartirlas en otro momento, o que las publicó en algún otro lugar menos… serio, o menos importante. 
Por eso ahora yo, como autor de este blog, las pongo en mi escaparate con el letrero «Liquidación por cierre». Esta es una de esas historias:

«La golondrina»

Hace unos días Lola, Lola Prieto publicó unas fotos de su ventana, donde habían anidado unas golondrinas.
Aquellas fotos me recordaron una triste historia de niño: 
Veraneábamos entonces en los Villares, en Jaén, una casa o balneario con piscina. 
Tendría yo unos 7 u 8 años, y, por un eczema en la rodilla, no podía bañarme, mientras mis hermanos entraban y salían del agua como niños que eran. 
Al caer la tarde me entretenía viendo como polillas e insectos daban vueltas alrededor de una farola, mientras las golondrinas a toda velocidad las capturaban. El vuelo vertiginoso y los giros de las golondrinas me tenían asombrado y entretenido. 
Una tarde aparecieron por allí unos niños del pueblo, más mayores. En sus bolsillos, tirachinas. Apuntaban a las golondrinas compitiendo a ver quién era capaz de derribarlas. Mi corazón se encogía viendo pasar las piedras rozando a aquellas aves prodigiosas. 
No recuerdo ahora si fue esa misma tarde o se repitió otras más. Lo que sí sé es que finalmente una golondrina cayó, con su pecho ensangrentado y sus alas yertas. 
 Me acerqué. Nunca había visto una golondrina tan de cerca. Ni tan quieta. 
Entré en la casa llorando, recuerda mi madre aún hoy que no había manera de calmarme, mientras les contaba como podía lo que había visto. Intentaron convencerme de que no habían sido aquellos niños, que había muerto sin más, un accidente quizás, pero yo no lo aceptaba. Yo sabía lo que había pasado.
Pedí a mi madre una caja. Al salir, los otros niños ya se habían ido. Puse la golondrina en aquella caja, esperando que aquel pájaro se moviese de nuevo, que se escapase, pero no fue así. 
Entré de nuevo en la casa con la caja. No recuerdo que pasó después. 
Creo que no volví a mirar aquella farola ese verano.
Aquel día aprendí algo muy triste sobre la crueldad y la muerte.

Published in: on 22 junio 2013 at 5:46 pm  Comments (2)  

>Maltrato = Mal Trato

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Hace dos años, 2008, en la red Internet en el Aula, escribí un post, que luego puse también aquí en Discentia. Se títulaba «MUJERES ASESINADAS EN ESPAÑA POR VIOLENCIA MACHISTA en 2008» y básicamente era una imagen con los 67 nombres de mujeres asesinadas ese año:
El año pasado no escribí nada. Desconozco cuántas mujeres murieron finalmente el año 2008, cuántas el 2009, cuántas lo harán este año. Leí alguna vez, y escribo ahora de memoria, que el 70% de las mujeres asesinadas lo son por sus parejas o ex parejas. Hoy, la Unesco asegura que la violencia contra las mujeres alcanza «proporciones epidémicas».
Sin embargo, yo hoy me levanté pensando en mujeres concretas: Ana María Matute, Rosa María Calaf, Rosa María Artal, Bibiana Aído, Teresa de Calcuta, Rosa Parks,…
¿Son, o fueron, estas famosas mujeres mujeres maltratadas? Sólo ellas, o quienes les quieren, podrían decirlo.
Pero, ¿qué es el maltrato a la mujer, a fin de cuentas? 
Ni siquiera yo sabría decirlo. Con mi edad, educación y el lugar en el que vivo no puedo decir que yo no sea culpable de aquello que critico, del maltrato a la mujer. Porque todos, hombres y mujeres, intervenimos cada día, ya sea por acción u omisión, en todas las circunstancias que hacen que mujeres, niños y otros hombres sufran.
Pero creo que comparar esta violencia hacia la mujer, verbal, estructural, mortal, con una «epidemia» no es correcto. La violencia contra las mujeres, como contra los niños, como la violencia en general, viene de antiguo y nace de sociedades enfermas. No considero que sea por «contagio». Por eso, creo yo, no se corrigirá sólo con leyes, estadísticas, «vacunas» o protecciones.
Si conseguimos corregir la violencia será con un cambio radical de las sociedades, educativo, moral, social, que primero haga visibles, y luego ponga en igualdad a mujeres, niñas, niños y hombres, que condene y persiga la violencia desde su raiz inicial, desde el lenguaje, los roles asignados, los juegos, el maltrato, verbal y corporal, la segregación, la minusvaloración social, económica y política de una parte de la sociedad, sean del género, edad o cultura que sean.
Y ese es cambio es lo difícil: 
¿Alguien se atreve a poner en su lugar a las religiones que marginan y subordinan a las mujeres?
¿Alguien se atreve a exigir a los políticos un trato de igualdad en la toma de decisiones?
¿Alguien se atreve a exigir igualdad en el mundo laboral, en el Deporte, en la Salud, en la Educación, en la justicia, en la cultura, en las empresas?
¿Alguien se atreve a exigir respeto a la mujer a periodistas, escritores, académicos, cineastas, artistas, deportistas, jueces?
Si no se dan esos y otros factores, se podrán evitar algunas muertes, pero no el maltrato diario, el desprecio, las malas palabras, la subordinación diaria, la tristeza.
Y eso seguirá siendo un mal trato para toda la sociedad.
Les dejo con un vídeo creado por alumnado de 4º E.S.O. del I.E.S. Gabriel y Galán de Plasencia. en la asignatura de educación Plásica y Visual, dentro del proyecto AM-ARTE. María Jesús Manzanares:
Published in: on 25 noviembre 2010 at 11:46 am  Comments (1)  

Ausencias (a Manuel)

Quien sabe de ínsulas, sabe de ausencias, sabe de mares antiguos, sabe de piedras hundidas.




Duro es vivir lejano y ausente. Duro es ver partir la gente. Duro es el tiempo y la distancia.




Y el mar no contesta. Va y viene. Avanza y retrocede. Borra mis huellas. Lanza su espuma y su sal. Repite su sonido, casi como un latido.




Sólo cuando una pequeña mano, quizás dos, se agarran a las mías, ya vacías de piedras, y siento su calor y su latido, me doy cuenta entonces que el mundo es circular, y que algún día, serán ellos quienes estarán frente al mar, sintiendo mi ausencia, con sus manos, quizás, llenas de piedras.




Y vuelvo entonces junto a ellos, pisando arena seca, para vivir, para sentir, para entregar presencia y tiempo, pensando en que quizás ellos tampoco entiendan algún día mi ausencia injusta, repentina, inevitable, pero recuerden aquellos pasos que dimos junto al mar.

Este texto nació como comentario en el post «Vivir (a Lolo, a todas mis ausencias)» publicado por mi amigo Manuel Pérez Báñez en su excelente blog «Ínsula Dulcamara». Allí lo comenté y a él se lo dedico.

La imagen, de la que no he podido averiguar su autoría y atribución, circula en Internet con el título amor-a-padres-playa.jpg Yo la encontré en el también excelente blog «El Adarve», de Miguel Ángel Santos Guerra, en su post «Quien educa ama».

Si alguien conoce la autoría de la imagen le ruego me lo haga saber en los comentarios. Gracias.

Published in: on 7 junio 2010 at 9:45 am  Comments (2)  

Vergüenza y pena

Vergüenza. 
Vergüenza y pena siento al leer el post «Aclaración» de Joaquín Leguina, expresidente de la Comunidad de Madrid, exdiputado.
Vergüenza y pena, porque demuestra lo mal que él y otros/as como él hicieron lo que se ha llamado «Tra(ns)ición». Y sí, la pongo entre paréntesis porque cada vez me parece más una traición pactada entre varios para poner fin a la memoria. A la memoria de todos y de todas.
Vergüenza y pena por esto que han dado en llamar Estado de (Der)echo. Permítanme también que lo ponga entre paréntesis, y que a ese «Estado de echo» le falte la «H». Ya explicaré por qué. Alude el señor Leguina a las leyes en que se basa el enjuiciamiento del juez Garzón. Omite el señor Leguina quiénes elaboraron esas leyes y, por qué no, los fines de las mismas. Porque también en base a leyes se juzgaron en otras épocas y regímenes, y se establecieron condenas, y se causaron muertes. Todo fue «legal» incluso en la dictadura. Lo que no implica que fuera justo.
Vergüenza y pena porque ahora siento que la enfermedad de la memoria, que va atacando a quienes elaboraron esta Constitución que hoy se niegan a cambiar, es quizás más extensa y profunda que la de unas pocas personas, y parece que se extiende a la clase política y también a la judicial.
Vergüenza y pena porque su «aclaración», señor Leguina, se instala en el rencor. En el rencor de una clase política que no aceptó que alguien entrase en su coto cerrado, que no aceptó que le dijesen que su manera de actuar no era correcta ni legal, el rencor de una clase política que dio la espalda, como lo han hecho otras veces, a las voces de la calle.
Vergüenza y pena porque en este país hubo una guerra horrible y murieron quienes no tenían que morir, es decir, todos y todas, de un lado y del otro, y se instaló el miedo y el terror, y nadie ha sido capaz de asumir ni la vergüenza, ni la justicia, ni el perdón necesarios para superarlos.
Vergüenza y pena porque no se arreglan las cosas igualando víctimas y verdugos, porque no se entierra dos veces a quienes ya fueron enterrados, porque no se hace desaparecer a quienes ya desaparecieron una vez, porque no se permiten las siglas de quienes llevaron a otras personas a la muerte, porque no se permite la apología de la tortura y de la muerte.
Vergüenza y pena porque no es Garzón a quien juzgan. Nos juzgan a todos quienes aún recordamos, a quienes sentimos por aquellas muertes vergüenza y pena, a quienes nos negamos que a este Estado le falten la «H» de la Historia, la «M» de la memoria, la «J» de la Justicia, la «P» del perdón, y la «R» de la reconciliación.
Vergüenza y pena porque, por más leyes que argumenten, por más testimonios que presenten, por más errores y delitos que enumeren, siento que no juzgan a Garzón. 
De alguna manera, triste y vergonzosa, nos juzgan a todos nosotros, se juzgan ellos mismos, se juzga así nuestra historia y nuestro estado de derecho. Nuestra justicia. Nuestra memoria.
Qué pena.
Y qué vergüenza.
Published in: on 11 abril 2010 at 4:39 am  Comments (7)