>Vergüenza (una vez más)

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Una vez más, hoy siento vergüenza.
Curioso sentimiento, la vergüenza, que sintiéndose como propio, depende en gran medida de los demás. Hay quien se cura de vergüenzas pronto, o quien nació ya sin vergüenza. No es mi caso.
A veces la vergüenza es propia, y sientes que no vales tanto, que te equivocas, que no te atreves.
Pero otras, la vergüenza es ajena, y a veces la sientes como más dolorosa, porque depende muy poco de tí, y no puedes cambiarla pidiendo perdón, echándole valor, atreviéndote. Es lo que ves, y cómo lo ves, y es difícil curarse de ella.
Hoy, día de los trabajadores y trabajadoras, siento vergüenza
No es sólo que en este país casi cinco millones de personas no puedan celebrar su derecho al trabajo. No es sólo que pocos celebren este día, ni el que, pese a caer en festivo, ni siquiera mañana lo honraremos con descanso. No es que nuestro calendario se llene de patrones, santos, vírgenes, romerías y semanas santas mientras las festividades laicas se reducen al máximo. No es sólo que hoy en los centros comerciales trabajará mucha gente «porque es primero de mes», porque así lo exige su empresa, y lo permite la ley. No es sólo que la prensa, los medios y las televisiones, incluso públicas, dediquen su tiempo al fútbol, las bodas reales, las beatificaciones, y a sus comentarios del antes y el después.
No es sólo que los sindicatos callen hoy porque vienen cobrando desde hace años de políticos y empresas. No es sólo que políticos y políticas visiten las calles hoy dando manos, y nos tomen por tontos/as o desmemoriados/as, e intenten convencernos de que no son ellos mismos, todos y todas, quienes nos llevaron hasta aquí. No es sólo que nos hayan dejado sin modelo económico sostenible vendiendo nuestra industria, agricultura, vivienda y turismo a quien quiso comprarlas, mientras se despilfarraba lo que había. No es sólo que los ricos sean cada vez más ricos y que los pobres cada vez más pobres. 
No es sólo que en educación llevemos años hablando de lo mismo, sin cambiar nada, mientras segregamos y diferenciamos cada vez más pobres de ricos, «list@s» de «tont@s», y envolvemos en palabras y tecnologías el no saber qué, ni para qué, enseñar. No es sólo que la misma iglesia que adoctrina en los colegios organice procesiones, comuniones e incluso seleccione su alumnado, ni que invite a dictadores a sus beatificaciones. 
No es sólo que organizaciones que dicen defendernos o buscar la paz bombardeen o ayuden a unos países mientras se olvidan de otros. No es sólo que se prohiba la medicina herbal para promover las farmaceúticas. No es sólo que el comercio marque los precios de los productos básicos o sanitarios. No es sólo que nos importe poco el futuro de nuestros hijos o el de los demás. No es sólo que este planeta esté cada vez más degradado y que sea cada vez más desigual. No es sólo que artistas e intelectuales callen desde sus fiestas y viviendas de lujo.
No es sólo que ni políticos, ni sindicatos, ni iglesias, ni banqueros, ni empresarios, ni deportistas, ni artistas,  ni medios informativos,… ni docentes, no tengan vergüenza.
No.
No es sólo eso. Es todo eso y mucho más.
Siento vergüenza
Otra vez. ¿Me curaré algún día?

Información versus Socialización / cobrar versus compartir

Avalado por mis últimos artículos sobre la estupidez, que como la caridad, siempre empieza por uno mismo, me atrevo a atacar aquí un asunto de altura: Internet.

Internet y sus dos modelos. Porque aquí hay dos tendencias claras, que a veces se mezclan: la Internet Informativa y la Internet social.
Me gustaría mencionar un paralelismo: telégrafo y teléfono. El telégrafo nació para transmitir datos a distancia. Y lo hacía bien. (Acabó con el Pony Express, dicen). Luego vino el teléfono. Parecía servir para lo mismo, pero… incorporaba la voz humana. La gente podía reconocerse, comunicarse, relacionarse. Hoy en día, ninguna compañía telefónica puede decir que se dedica exclusivamente a la transmisión de «datos».
Internet nació para intercambiar datos. Seguros, rápidos y en grandes cantidades. Y hay que reconocer que lo hace bien. Nada genera más información, buena y mala, hoy en día, que Internet. Información.
Pero nació la web. Aparte de datos, la gente empezó a visitar webs que le gustaban. Y luego, a contar lo que le gustaba, y lo que le pasaba. Y a compartir sus fotos, y sus videos, y a escribir en sus blogs sus opiniones, y a comentar en los de otros, a charlar… por Internet, a hacer todo eso en las redes sociales. Socialización.
Así que tenemos Información y Socialización mezcladas en un medio: Internet. (¡Anda, cómo la televisión!).
Y claro, los datos se pagan. Estamos acostumbrados a pagar por ellos: los libros, los periódicos, la música, el arte,…
Pero,… ¿Y los amigos/as? ¿pagamos por ellos/as? ¿o más bien compartimos: tiempo, emociones, opiniones… y también, sí… datos, música, fotos,…
Así que aquí tenemos dos modelos: Información / Socialización, o también… Cobrar / Compartir
¿Pueden convivir estos dos modelos?

¿Está siguendo Internet el modelo de la Televisión?

¿Se intenta capitalizar la Socialización como antes se hizo con la Información?


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Addendum: 
Añado aquí el vídeo TED de Clay Shirky:
«Cómo los medios sociales pueden hacer historia.» 

The Official Be Stupid Philosophy

Anuncio de Diesel sobre su «filosofía» de ser estúpido.

Published in: on 28 abril 2010 at 9:30 am  Comments (1)  

Reclamar es volver a… balar

Yo no sé si este será un post educativo.
Aunque, posiblemente, sí que sea un post de aprendizaje.

¿Habrá alguna vez una educación para el consumo? ¿Quizás esté en la cacareada Educación para la Ciudadanía? ¿Nos enseñará alguien a tratar con las grandes compañías? ¿A reclamar sin problemas lo que marca la ley?

No creo que interese.

Porque resulta que se supone que vivimos en un estado de derecho (lo pondré con minúsculas porque no creo ahora mismo que merezca excesivo respeto) y todos deberíamos cumplir las leyes.

Pero si una gran compañía (llámese iberia, telefónica, ono, endesa, bbva, banco de santander,…) o una administración (llámese gobierno, gobierno autonómico, ayuntamiento, concejalía, juzgado…) incumple una norma, o abusa de su situación de poder, usted deberá reclamar.

Reclamar. Volver a clamar. Volver a balar. Volverá usted a pasar por un estudiado y largo proceso de escritos, de fotocopias, de duplicados, de colas, en departamentos distintos, ventanillas distintas, de proceso indeterminado, sin plazos, cuya respuesta será tan aleatoria como mirar al cielo para prevenir la lluvia.

Porque no crea que, si debe reclamar a varias compañías, podrá ir a un sólo lugar a hacerlo. No. Cada una será un caso distinto, tendrá sus propios procesos, impresos y departamentos responsables. Tendrán sus registros en diferentes lugares de la ciudad. Aunque siempre podrá hacerlo por correo o Internet. Y esperar. Claro.

Le dirán seguramente que existen asociaciones de consumidores. Miles. Con sus propios mostradores e impresos de reclamaciones. Allí, con trato amable, como antes hicieron en las oficinas oficiales, le informarán de los pasos a seguir, y posiblemente saldrá de allí con una suscripción mensual y… un impreso para presentar en el juzgado.

Porque, como ustedes sabrán, en un estado de derecho, siempre nos quedará el juzgado. Ese edificio lejano donde dejaremos, si llegamos, nuestra reclamación, esperando que alguien, algún día, la lea, la tramite, y la archive, como las de tantos miles.

Eso sí, si usted es presidente de banco, de una empresa minera, propietario de algún edificio singular, o representante del clero, nuestros presidentes y alcaldes se reunirán con usted, le harán pingües ofertas, y los juzgados, con presteza y prontitud, le asignarán indemnizaciones millonarias. Todo sea por el estado de derecho.

Eso sí, después de poner ellos las normas, cambiarlas a su antojo, y no cumplir las leyes, no se preocupen, que «la culpa es de los consumidores, que no consumen suficiente».


En fin, les dejo con una imagen más. Silencio.

Published in: on 11 febrero 2009 at 8:53 am  Deja un comentario