@pvil es mi nick en Twitter.
Lo que sigue es un relato, totalemte prescindible, de mi trayectoria en Twitter y cómo llegué a esto:
Como conté una vez, «cuando llegué a Twitter, Aníbal de la Torre ya estaba allí».
Debió de ser por abril de 2008, no me hagan buscarlo… siguiendo a Aníbal y algún otro precursor/a, como Tíscar Lara (ellos llegan, nos pican la curiosidad y luego se marchan, o se quedan ahí viéndonos «procrastinar», vulgo «perder el tiempo»).
Entré buscando información, y empecé, como muchos, por curiosidad. Y me fui, y volví. Y me di cuenta de que si no seguías a alguien aquello apenas se movía. Y que si no te seguían, nadie – o casi – se enteraba de lo que escribías. Así que empecé primero siguiendo a tuiteros norteamericanos o sudamericanos, que allí comenzaron antes, viendo sus enlaces, traduciendo con ayuda de Google lo que contaban, interactuando…
Luego pasé a la interacción y comentarios. Las primeras sorpresas es que si los mencionaba en Twitter, o retuiteaba, que en aquel entonces no sabía muy bien qué era, ellos en algún lugar del mundo lo leían, o no, y me mencionaban a su vez. Por otro lado, si yo los/as seguía, tenían la deferencia, luego vi que no todos hacían lo mismo, de seguirme a mí, lo que me obligaba en algún caso a tuitear en mi inglés traducido. Se creaba así una relación/conversación followers/followings curiosa, y en mi caso, sorprendente.
Luego vinieron los debates, los «hashtag» o esa manera de seguir un tema o evento, aunque alguna vez, yo mismo también lo hice, lo tuiteado tuviese poco que ver con el tema.
Por otro lado, que sólo fuesen 140 caracteres era un reto. Yo, que he sido siempre de respuestas cortas, lacónicas y sentencias, me sentía en ello como pez en el agua.
Aún así, tuve que «adelgazar» por primera vez mi cuenta. En aquellos tiempos el nick contaba en el espacio escrito (creo que ahora no, pero no lo he comprobado) y mi nombre y apellido son largos, así que lo dejé en @pvil. Mi idea además, no sé si conseguida, es que ese final en «vil» me permitiese ser más ácido o crítico en mis tuits.
Luego llegó la «socialización». Vinieron los «avatares». Sí, lo reconozco, yo soy uno de esos que cambia de avatar y no deja su foto de fotomatón o el pajarito, hoy el huevo, como avatar por años. Yo valoro el avatar como ese carácter extra que te deja expresar un estado de ánimo, un color, una protesta. Otros se hicieron eco de esa posibilidad y se inventaron los lazos, los avatares específicos para determinadas causas.
Una de mis «inutilidades» fue modificar avatares ajenos de aquellas personas que seguía y en una especie de homenaje o de «causa común» añadirles gafas y portátiles, publicarlos y regalarlos de algún modo. Aquello lo llamé «potachovización» y últimamente «pevilización». Era una manera de homenaje, de crear afinidad y grupo entre aquellos/as a quienes seguía. Hubo quien no lo entendió asi, lo tomó a mal y hasta me bloqueó. Supongo que en adelante tendría precaución en publicar su foto como perfil. Otros/as, muchos/as, me lo agradecieron y en algún momento el timeline se me pobló de avatares con gafas y portátil.
Siento decir que no a todo el mundo que me lo pidió pude hacérselo. Algunas fotos se perdieron, el tiempo no dio para más, y todo se fue diluyendo poco a poco. Aún están en mi cuenta de Flickr esas 479 fotos de «potachovizados», 73 «potachovized», y 73 «pevilizados». Faltan otros, los «primaverizad@s» y «otoñales», que parece que no subí a Flickr.
También usé otras opciones en Twitter, como la micropoesía, los microcuentos o las citas famosas, publicar mis acuarelas o dibujos, comentar eventos o «educhats», simplemente escribir lo que pensaba…
Y para llegar a ello, muchos tuits… 59.966, mucho tiempo, difícil saber si son esos todos los míos, algunos se borraron, otros simplemente son retuits, otros enlaces compartidos, mucho tiempo, sí, si lo contamos como minutos ante el ordenador primero, luego en el móvil, tuiteando en la calle o desde cualquier lugar…
Y los seguidos y seguidores. El 1 de julio yo seguía 5.938 cuentas de Twitter. Eso son muchos tuits en mi timeline, muchos temas distintos, mucha, demasiada información, imposibles de seguir. Y me seguían no menos, 5.352 cuentas de Twitter que cada vez que yo escribía una tontería recibían una actualización mía.
Tenía tres opciones: dejar de usarla, adelgazarla dejando de seguir gente, o cerrarla definitivamente.
Decidí lo segundo.
Dejar de entrar es difícil para mí, están en mi contra mi curiosidad y mi aburrimiento. Por otro lado, alguna vez Twitter me ha estimulado la imaginación, o proporcionado ayuda, o conversación.
Cerrarla implicaba perder lo escrito, aunque sé que se puede copiar o guardar, y también sé que nunca se pierde. Alguien lo guardará para ser utilizado en mi contra, o a mi favor, o al suyo propio.
@pvil me ha dado a conocer. También me ha informado y me ha dado a conocer otras personas e ideas. No sé si eso es suficiente. Hoy mismo reflexionaba, en Twitter y Facebook, sobre mis «amistades virtuales»:
Reflexiono sobre amistades construidas en internet,en breves cursos/encuentros…¿reales…republicanas?¿públicas…privadas? ¿nombres…hombres?
— Pedro Villarrubia (@pvil) July 8, 2013
Así que en eso estuve y eso estoy, o no estoy: adelgazando @pvil.
Actualmente sigo 2.337 cuentas de Twitter y aún me siguen 5.201.
¿Será esto suficiente?